La Autora
Yo no estudie literatura.
Cuando quisehacerlo,encontré que mis
versos tenían que tener métrica, métricaque no dejaban
expresar mis sentimientos, apresándolos en ella, así que
escribí sintiéndome como un ave, volando con las alas leves,
sutiles, con fulgores áureos hacia un mundo arcano plegando
el vuelo en el espacio azul e infinito.
martes, 24 de agosto de 2010
UN ESPEJO EMPAÑADO
Catherine, sentada frente a la estufa, miraba con deleite, como ardían los leños, mientras afuera, el viento azotaba con furia loca las ramas de los árboles y la lluvia caía con fuerza inusitada. De ahí, el placer de estar cómodamente guarecida, del tiempo imperante afuera.
Pero he aquí, que sonaron unos fuertes golpes en la puerta. Sorprendida, se desprendió de la manta que la cubría y acudió a abrirla. Allí había un hombre completamente mojado y detrás de él, una mujer. Sintió que tenía que decir adelante, pasaron los dos y el hombre le pidió disculpas por su intempestiva interrupción, diciéndole que la única casa que vió con humo en la chimenea era esa, por eso golpearon a su puerta para ver si podían hablar por teléfono, para solicitar una grúa que los remolcara.
No creo dijo Catherine, que haya línea y se dirigió al teléfono y comprobó que no la había. Y dirigiéndose al hombre dijo: usted está empapado, la señora no tanto, que ella se saque el tapado para secarlo al calor de la estufa y que lo acompañe arriba al baño, así usted se sacará la ropa para que las traiga ella para secarlas, si lo desea, puede darse un baño, hay toallas en el placard y llévese esta manta, y uniendo la acción a la palabra, levantó la que la estaba cubriendo a ella, antes de abrir la puerta..
El hombre le agradeció diciéndole que en verdad lo necesitaba porque estaba tiritando de frío.
Subieron los dos, luego descendió ella, con las prendas de ropa y entre las dos las acomodaron lo mejor posible, ¿Qué raro dijo Catherine que él se haya mojado tanto y usted no?
Porque él bajó del coche a tratar de sacar la rueda del fango y no quiso que yo le ayudara. Pasaron un buen rato dando vuelta las ropas hasta que estuvieron secas.
Bien dijo Catherine, lléveselas porque debe de estar impaciente.
Mientras ella subía, fue hasta la cocina, preparó café y volvió con tres humeantes tazas
del mismo, a la sala.
Que amabilidad la suya, dijo el hombre y perdónenos el no habernos presentado antes.
Yo soy el doctor James Wilson y ella la doctora Natasha Crucaver.
En realidad no hubo tiempo para ninguno de nosotros, el mío es Catherine Oliver., la atención personal estaba primera.
No sé si abusaré de usted pidiéndole un analgésico, pues me duele mucho la cabeza.
De ninguna manera, voy arriba a buscar uno.
Al entrar al baño fue directo al botiquín y vió en el espejo que lo cubría, unas palabras escritas sobre la humedad que le había dejado el agua caliente, ellas decían: tenga cuidado, ella es una asesina y está armada.
Catherine sintió latir fuertemente su corazón ¿a quien había dejado entrar a su casa?
Por las dudas haría lo que decía el hombre, hacer de cuenta que no leyó nada y tener cuidado. Secó el espejo, para que no quedaran huellas de lo escrito y bajó con el analgésico, el cual estaba segura fue un pretexto del que dijo ser médico, para que subiera antes que se secara el mensaje.
SEGUNDO CAPÍTULO
Luego comenzó una conversación, que si no hubiera sido por lo que leyó en el espejo, hubiera sido amena.
El hombre le preguntó porqué le había gustado vivir en un paisaje tan sombrío.
A lo que le contestó Catherine, por lo barato que había sido adquirirla, debido a la cercanía del cementerio.
La mujer entró entonces en la conversación, preguntándole si no sentía miedo de los muertos.
Yo no siento miedo de los muertos, de los vivos hay que tenerlo. Cuando estaba indecisa en comprarla o no, recordé un poema que me recitaba mi madre, no recuerdo su autor que decía: Los muertos son mis amigos, los vivos son mis verdugos., recordarlo me dio la decisión de adquirirla.
Natasha : Cuanta verdad hay en esas palabras, los muertos no se levantarán de sus tumbas, pero ¡ hay! Los vivos hacen tanto daño.
Catherine: De que nacionalidad es usted, porque americana no es-
Natasha: soy rusa, como medico especializado, trabajaba en el principal laboratorio de Moscú, pero a medida que desarrollaba mi trabajo allí, me fui introduciendo en el campo de la “clonización” y fue así que hice una investigación en la cual con elementos extraídos de esto se podría lograr cura en sus principios, no en estados avanzados de la enfermedad de Alzheimer.
¡Qué maravilla! ¿y eso fue lo que la trajo aquí?
Sí, envié detalles de todo lo que estaba logrando con experimentos en animales y la Embajada de Los Estados Unidos, me envió una beca y aquí estoy desarrollando, con un equipo americano, mi teoría.
La felicito por su Inglés a pesar de su acento extranjero es perfecto ¿cómo lo logró?
Mi madre era inglesa y mi padre ruso y ella no queriendo perder su lengua nativa, desde que pude aprender a leer y a escribir, fue mi maestra, y hablando de otra cosa, lo comenté con James arriba, tiene usted un parecido notable con una doctora conocida nuestra, que es rusa también.,¿es descendiente de rusos? Al oir eso Catherine, lanzó una carcajada, tiene gracia, no soy rusa, pero desde niña al ser tan rubia y de ojos claros, no sé porqué me pusieron por sobrenombre “rusita”Ya no queda nadie que me llame así, pues al ser la menor de una familia numerosa, y al aislarme tanto, ni amigos tengo, naturalmente de aquella época.
No quiero ser indiscreta, dijo la doctora ¿Cuál es su trabajo?
Se reirán, trabajo en el aire.
¿En el aire, como?
Primero como piloto, deseé desde niña, llegar al cielo, lo veía tan hermoso, y luego compañeros del aeropuerto, que hacían piruetas en el aire, me invitaron a unirme a ellos, al principio me negué, pero comencé a tirarme en paracaídas y de a poco, me entusiasmé tanto, pues me daba una sensación de libertad tan grande todo aquello que pasé a ser “LUCES DEL CIELO” con ellos.
¿Por qué tenía ese nombre?
Nos poníamos unos focos de luz en los cinturones, tanto adelante como atrás de ellos y las demostraciones que hacíamos era en la noche, y el público aplaudía a rabiar. Amo lo que hago.
¿Y Actualmente lo está haciendo?
No, en invierno, tenemos nuestras vacaciones, sólo un tiempo estable permite hacer esas demostraciones.
La felicito, tiene usted razón, debe ser hermoso flotar en el aire y dar vueltas y revueltas en él.
Bien, pero a pesar de lo entretenido que estamos, creo que deben estar cansados
En verdad creo que lo estamos
Bien ¿son ustedes matrimonio?
No, solamente compañeros del laboratorio.
Bien, suban conmigo que les mostraré los dormitorios, y les daré lo necesario para hacer sus camas. Yo acostumbro en noches como estas dormir en el sofá frente al fuego; me hace sentir confortable.
A lo que gentilmente James le dijo: puedo dormir yo en el sofá.
Es verdad lo que le digo, contestó Catherine, vamos, vamos, suban.
TERCER CAPÍTULO
.
De vuelta a su sofá, Catherine pensaba si no habría soñado aquel mensaje en el espejo, esas personas se veían tan respetables, sobre todo ella, sabía que no podría dormirse debido a esa situación, así que se levantó, buscó un libro y volvió a su lugar. Por suerte la lluvia y el viento habían cesado. Comenzó a leer, pero no podía concentrarse en la lectura, serían las dos de la mañana, cuando sintió un roce detrás suyo, asustada se levantó y vió a Natasha haciéndolo señal de silencio, poniéndose la mano sobre la boca. Asintió con la cabeza. Traía una hoja de papel con ella, la cual le entregó. Decía lo siguiente: En realidad soy lo que dije en nuestra charla, pero James Wilson se ha vendido al gobierno ruso, el cual me quiere de vuelta para sacar provecho de todo lo que hecho aquí con el equipo americano, y si no hubiera sido por el auto que se hundió en el lodo, ya estaría en un avión rumbo a mi país, al cual no quiero regresar.
No sé si usted me podría ayudar, escondiéndome, dejando que él crea que me escapé, después de esto queme la nota. Terminé la lectura y la arrojé al fuego. Me levanté, busqué una libreta de apuntes, volví a sentarme y escribí: él me dejo un mensaje diciendo que usted es una asesina y que está armada. Se lo entregué y ella me respondió sobre el mismo papel: lo hizo para el caso que yo me revelara frente a usted, él es quien tiene un revolver, si no me cree, le doy mi bolso y puede revisarme.
No es necesario le dijo Catherine muy despacio, le creo.
En ese momento sentimos que alguien bajaba la escalera, no podía ser otro que el doctor James.
¿Qué están confabulando, dijo?
Catherine: nada, que me mintió en su mensaje sobre. el espejo.
¿Le cree a ella?
Por supuesto y si no es así, demuéstreme lo contrario.
Tiene razón, fue una treta mía, por si algo salía mal, ella sería la culpable.
¿Culpable de qué?
De ser una traidora a su país.
No, el país sería el responsable de querer para así, algo que pertenece a toda la humanidad.
Veo que se entienden bien las dos.
Porque somos honestas y usted no, ¿o acaso el hecho de cobrar por llevar a la doctora una excelente suma de dinero, lo hace más patriota?
No, pero hace que suba mi cuenta bancaria.
Usted me da asco doctor, los médicos al recibirse, hacen un juramento Hipocrático, ¿lo hizo usted?
Sí, ¿y qué?
Me abstengo de contestarle, pues mi concepto sobre usted es tan bajo, que demoraría mucho en explicárselo.
Bien, basta de palabras, fíjese si el teléfono tiene línea y si la tiene llame por una grúa.
Catherine lo hizo, había línea pero colgó diciendo que no.
¿Usted tiene auto?
Por supuesto.
Bien déme las llaves.
De ninguna manera.
Si no me las dá a las buenas, será a las malas, ve, el que tiene un revolver soy yo, así que démelas.
La doctora Natasha, a todo esto había escuchado toda la conversación sin intervenir, pero al ver el arma, se arrojó sobre Yames, haciendo que el revolver se disparara, pero lamentablemente, la herida fue ella. Catherine, aprovechando el momento de confusión, sin saber si la herida era grave o no, ya que tampoco podría hacer nada por ella, corrió hasta la puerta, la abrió y corrió como nunca, su destino…el cementerio.
CUARTO CAPÍTULO
Pronto iba a estar claro, tendría que aprovechar la ventaja que le daba la oscuridad.
Entró al cementerio como una exhalación y a pesar de lo gris que se veía todo, se dio cuenta que allí no había donde esconderse, pues las lápidas sobre las tumbas estaban todas alineadas con senderos entre ellas a la derecha y a la izquierda, tendría que internarse en el bosque que estaba detrás.; pero pese a la rapidez de su carrera, divisó una tumba con su lápida un poco corrida, o habían sacado un cuerpo o lo iban a poner el día siguiente, no lo pensó dos veces, miró el fondo de la misma y vió que era bastante profundo, sería fácil bajar pero ¿subir?, no había opción, se sentó en el borde de la fosa y se dejó caer. Se acurrucó en el fondo de la misma, tratando de recuperar el aliento después de su loca carrera, confiando que a James no se le ocurriera que ella pudiera esconderse en una tumba…pero se equivocó, sintió una carcajada y la voz de él diciéndole: usted dijo que los muertos eran sus amigos, entonces que sean ellos los que la saquen de allí.
Aterrorizada vió como la abertura se cerraba sobre ella.
Pasaron las horas, el miedo y el frío fueron invadiendo su cuerpo, se acordaba del poema, los vivos son mis verdugos y los muertos mis amigos. Cuanta razón tenía, si él no hubiera corrido el mármol, la tumba hubiera sido su salvación, pero morir así, enterrada viva, no lo habría soñado nunca.
El sonido de voces arriba, hizo que el deseo de vivir la hiciera gritar pidiendo auxilio.
No supo si la sintieron o no, pero la losa fue retirada por completo y los que iban a depositar el ataúd con cuerdas retrocedieron espantados.
Por favor, ayúdenme a salir de aquí.
Recuperados de su susto, fuertes brazos se extendieron a los de ella, sacándola de tan tétrico lugar.
La acosaron a preguntas, pero ella les dio las gracias diciendo que sólo a la policía le diría por lo que había pasado.
QUINTO CAPÍTULO
A medida que se iba acercando a la casa, pensaba que en verdad tendría que llamar a las autoridades, por el cadáver de la doctora Crucaver, la cual queriéndola salvar tuvo un terrible fin. James no podría llevarla a Rusia, pero sí sus estudios sobre su trabajo.
Pero ¿Qué raro? Esperaba encontrar todo en silencio, pero no, del interior de la casa salían por la ventana alegres carcajadas.¿ qué sucedía? Pegada a la pared no tardó en saberlo, allí estaban James y Natasha. Quedó aturdida, ¿Qué significaba todo eso?
Trató de escuchar, él decía, bueno todo salió a pedir de boca, esta es la clase de casa que buscamos con tanto ahínco, separada del mundo, ideal para traer a la doctora Crucaver aquí, antes de llevarla a Rusia. Allí Catherine comenzó a entender, los dos era los que iban a secuestrar a la verdadera doctora. La falsa Natasha posiblemente recibió un balazo de salva, para impresionarla a ella, suponiendo y con razón que aprovecharía la confusión para tratar de salvarse, pero no comprendía la farsa, podían haberla matado desde un principio, quizás quisieron gozar de su actuación.
Pero la creían muerta, tenía que decidir, si iba a avisar a la policía del plan de estos sujetos o gozar ella también estropeándole sus planes.
Retrocedió hasta el fondo de la casa, entró por una puerta trasera. Una vez adentro con cautela se escurrió hasta una pequeña habitación que oficiaba de despensa, la cual se encontraba debajo de la escalera.
Tenía que aguardar, lo más seguro que se irían a secuestrar a la doctora Crucaver.
SEXTO CAPÍTULO
Después de unas cuantas horas de cansancio, sintió que James apuraba a su compañera para cerrar bien todo e irse. Sintió el sonido peculiar de la llave en la cerradura y luego el encendido del motor de un auto, por un momento pensó que era el de ella, pero no, en el de ellos tendrían la libreta de conducir y título de propiedad del mismo, ¿para qué iban a arriesgarse con el de ella? También lo del coche era mentira..
Dejó pasar un rato y salió de su escondite, fue al baño, se duchó y tuvo cuidado de no secarse con el tohallón a la vista. Dejó todo como estaba y se cambió de ropa en su dormitorio, amontonó todo y lo llevó al garaje, pues allí tenía un cesto para la ropa sucia. El coche estaba en su lugar de costumbre.
Se dirigió a la cocina y se preparó un buen desayuno.
A medida que pasaban los días, fue almacenando agua, frutas y todo lo que le pareció indispensable, por si tenía que quedar encerrada en esa pequeña habitación.
Dormía en su propio dormitorio, pero siempre sobresaltada, sabiendo que podrían volver en cualquier momento.
Fue en el sexto día de su partida que los oyó llegar. Se introdujo en la pequeña despensa. Por suerte había dejado todo igual al día que se marcharon.
Sintió voces en ruso de mujeres, James, se notaba que no lo hablaba, como tampoco ella. Las voces sonaban alteradas, no era para menos; ¿quién sabe de que manera, la obligaron a venir con ellos. Sintió que subían la escalera y esperó.
Demoraron un buen rato en bajar y prestó atención a la charla que obviamente tenía que ser en inglés, él decía: bueno, lo peor ya pasó, no, le contestó ella, lo peor va a ser sacarla del país.
¿Pero tú no tienes arreglado el avión que nos llevará?
Si, Rusia nos va a enviar un avión ligero, sólo para nosotros, pero hay trámites aduaneros que se deben cumplir, y va a llevar unos cuantos días el papeleo.
Bueno, tenemos tiempo para amansarla un poco.
No te dá pena la muerte de la dueña de esta casa?
Fue la mejor actuación de nuestras vidas, ¿no lo crees igual?
No lo sé, acepté la propuesta, porque en definitiva, no teníamos otra solución que matarla, pero así, dejarla viva en una tumba.
Vamos, no quieras hacerte la santa conmigo, pensemos en la cantidad de dinero que nos espera. Las voces se fueron apagando al entrar en la cocina.
Catherine no dudó en aprovechar ese momento, que ellos estaban ocupados, para subir y calmar a la doctora diciéndole que tenía una aliada de su parte.
SEPTIMO CAPÍTULO
Subió despacio la escalera, la puerta estaba cerrada, pero con la llave en la cerradura, la hizo girar, entró y la cerró tras de sí.
Lo primero que vió,
fue la figura de la mujer que estaba de espalda mirando por la ventana, se le acercó y le tocó con suavidad el hombro, esta giró y al enfrentarse, ambas se quedaron como paralizadas, era como mirarse al espejo, las dos eran casi idénticas.
Catherine, trató de reponerse en seguida y le hizo señas de guardar silencio. La mujer asombrada, asintió, pero existía el escollo del idioma. Catherine buscó en la mesa de luz, papel y lapicera, pues siempre le gustaba escribir en la noche, cuando no conciliaba el sueño y le escribió ¿sabe usted inglés? La doctora leyó y contestó: sí, me es fácil leerlo, pero me cuesta hablarlo. Catherine volvió a escribirle: puede confiar en mí, soy la dueña de esta casa, y ellos me creen muerta.
Lo sé le contestó ella, que malvado.
Y así, siguieron las preguntas y respuestas. Catherine se enteró que no quisieron matarla en la casa, para no dejar rastros del crimen, porque algún día vendrían su amigos y al no encontrarla, llamarían a la policía, en cambio asustándola como lo hicieron, ella huiría al bosque, el la seguiría y la asesinaría allí, hasta se vanagloriaba de que no había tenido que gastar ni una bala..
En ese punto, Catherine le hizo señas de que debería marcharse, se llevó todos los papeles escritos y cerrando suavemente la puerta con llave, volvió a su escondite.
OCTAVO CAPÍTULO
Varias veces se escurrió Catherine a la habitación donde se encontraba la doctora, aprovechando el tiempo en el cual, James y Nadia el cual era su verdadero nombre se encontraban deliberando sus planes.
Dejó el papel de lado y modulando bien las palabras y ayudada con gestos, le hizo notar que el gran parecido físico, que ambas tenían podría servir de ayuda.
¿Cómo? Le dijo la doctora, primero usted no habla ruso, segundo, lleva el cabello el cual aunque es rubio como el mío, es largo.
Tengo respuestas para todos esos detalles. Para el primero, cuando vengan a verla trate de ponerse enojada, sostenga una discusión con ellos y dígale que desde ese momento, no va a hablar ni una palabra más.
Si es por eso dijo la doctora, la discusión la tuvimos desde el primer día que me trajeron aquí, y no les he hablado más.
Perfecto, entonces, sólo nos queda el problema del cabello, el cual tiene remedio con una tijera, la cual traeré en otra escapada.
¿Pero yo nunca le corté a nadie?
Bueno, yo voy a ser la primera, si ha hecho experimentos con animales, creo que se animará a hacerlo con un ser humano. Me voy, busque ropa para mí y piense que tendrá que darme algún objeto que la identifique.
¿Cómo qué?
Como el reloj que lleva siempre puesto, el anillo, para crear más su similitud conmigo, no se aflija, se los voy a devolver después que haya pasado todo.
¿Y qué va a pasar?
Nos vamos a cambiar de ropa y la que va a ir a Rusia seré yo, no usted.
Es imposible.
No, no lo es, primero tendrá que guardar todo lo relativo a sus experimentos, para llevarlos consigo, y me va a dar su valija, en la cual quiero guardar algo muy importante para mí…mi paracaídas
¿No me diga que piensa saltar del avión?
Es lo que justamente voy a hacer.
El cambio entre las dos, lo haremos cuando le anuncien que se van. Usted se va a quedar en la despensa, en la cual estoy yo ahora y así tomaré su lugar.
La doctora Natasha la miraba con los ojos muy abiertos admirando la decisión de Catherine.
Bien, ese es un plan en el cual tengo que trabajar, mañana vendré apenas pueda con las tijeras, diciendo eso le dio un adiós con la mano, llevando un atlas que había sacado del placard y se retiró.
NOVENO CAPÍTULO.
.
Ya en su escondite, comenzó a estudiar el Atlas, lo hacía a menudo porque siempre pensó que el acto de “Luces del sol” podía trascender fronteras.
Comenzó con el mapa de Rusia, era un país inmenso, las Montañas Urales, formaban la frontera entre la parte Europea del país y Siberia; también limitaban con él varios países, pero se interesó entre los más cercanos a ella; Corea 294 kilómetros, Noruega 167 kilómetros, Polonia 227 kilómetros; su atención entonces recayó en Noruega.
En una ausencia de los captores, se puso en contacto con su equipo, les dijo por lo que estaba pasando y ellos la instaron a salir de allí a toda prisa, que si se había salvado una
vez de una horrible muerte que no se arriesgara a una segunda..
ella les dijo que aguardaran que los llamaría nuevamente después de consultar a la doctora.
Lo hizo al momento, Natasha le aconsejó que fueran a la embajada de los Estados Unidos, pues dentro de ella tenía personas influyentes, que se pusieran en contacto con ella, en el Memorial Hospital donde trabajaba en su laboratorio, pero ¿ a usted, donde la van a encontrar?
Estoy estudiándolo, en Rusia no, pues al ver que soy una impostora con toda seguridad que me detienen.
Con toda seguridad, contestó Natasha, lo mejo sería que se arrojara sobre Oslo, la capital de Noruega.
Sí, es el sitio más cercano, pero ¿Cómo hago para darme cuenta?
El cielo se lo dirá.
El cielo?
Sí, ya estamos a fines de Setiembre y es dentro de este mes y Octubre, que se va a levantar el sol, previamente sobre lo negro del firmamento, se verá un violeta, un azul oscuro, un tono rosa, en una amalgama de tonos que es imposible dejar de ver.
Realmente es un buen indicio, creo que también para mis compañeros aprovechar las fiestas que se hacen para celebrar la salida del sol y hacer nosotros una demostración..
Si, tienen que empezar a hacer las gestiones ya, y no con mi secuestro, pues sería malo para los dos países.
¿Sabe usted conducir?
Por supuesto.
Entonces le dejo las llaves de mi auto, cuando ellos dejen la casa para ir al aeropuerto, usted se va en el y convendría que ya cambiáramos nuestras personalidades a ver si funciona., tendrá que ir a la incomodidad de mi pequeño refugio, pero desde allí saldrá a la libertad.
¿Porqué ya que ellos no están, no nos vamos las dos y usted no se expone al peligro?
Mi querida doctora, ese malvado me dejó en una tumba para que muriera lentamente, tiene que pagar lo que me hizo, lamento que no podré ver su cara, cuando llegue a Rusia sin usted.
Sin duda que los castigarán duramente a los dos.
Se lo merecen, puede decirse que iban a venderla.
Ciertamente.
Bueno, voy a aprovechar que no hay nadie todavía, para llamar nuevamente a mis amigos, ponerlos al corriente de lo que hablamos y que la suerte nos ayude a todos.
Seguramente lo lograremos.
Catherine habló largamente con su equipo, todos estaban emocionados ante la aventura que tenían por delante.
Luego volvió por la doctora, le indicó.
donde debía de estar y luego se hizo encerrar por ella, para cuando llegaran Alexis y Nadia encontraran todo igual..
CAPÍTULO ONCE
Llegaron los secuestradores y lo primero que hicieron fue ir a ver a su victima.
Esta se encontraba como ausente, tenía un suéter de cuello alto, el cual lo había estirado hasta su boca, sobre su rubio cabello un gorro ruso.
Parece que la doctora no quiere hablar de veras, se ha tapado hasta la boca, dijo James, pero después de mañana lo hará en su país y vaya preparando las valijas.
Se marcharon, Catherine se apresuró a poner todos sus documentos adheridos al cuerpo, sostenidos también por la ropa. Luego sacó la valija, en la cual ya había colocado bien doblado el paracaídas, una brújula. Examinó el revolver, contenta de haberlo adquirido, pues al vivir en una zona tan apartada, lo creía necesario; además aprendió a tirar y fue usado en el comienzo de cada actuación, como un llamado de atención de que el show comenzaba.
Arriba de todo eso, acomodó alguna ropa de la doctora, como también su billetera, que sólo contenía una buena cantidad de dinero.
Bueno, ya estaba todo preparado y ella lista para su gran aventura.
CAPÍTULO DOCE
Temprano a la mañana, la fueron a buscar. Ataviada con un grueso tapado y su gorro de piel, nadie sabía si era la doctora o no. La llevaron hasta el auto y la hicieron sentar atrás, pero no fueron al aeropuerto Internacional, sino a una pista de aterrizaje, que debía ser para aviones comerciales o privados. Ya los estaban esperando, el piloto y dos hombres, estos últimos hablaron en ruso con Nadia, luego subieron al avión, primero Catherine que una vez adentro se ubicó en la parte trasera del mismo. Era un buen lugar, tanto como para ponerse el paracaídas y también establecer que no quería contacto con sus captores.
Yames la miró, le dirigió una sonrisa irónica, se encogió de hombros, como diciendo tanto atrás como adelante, vas a Rusia.
Nadia no dijo nada, se limitó a sentarse al lado de él y comentarle lo que le habían dicho los que estaban esperándolos, que en el aeropuerto Sheremétiejo, Natasha sería entregada a las autoridades y ellos recibirían la cantidad acordada.
Después, el silencio imperó dentro del avión, eran unas cuantas horas de vuelo, así que cada cual quedó sumido en sus propios pensamientos.
Todos durmieron, incluso Catherine, había demasiada tensión y a pesar de ella sucumbió al descanso que proporciona el sueño.
Al despertar le echó una ojeada al reloj, eran las tres de la tarde o sea que llevaban seis horas de vuelo, faltaban aún unas ocho horas a Rusia, pero Noruega estaría a lo sumo tres horas antes. Cuando sus captores volvieran a dormirse, ella tendría que estar alerta, para así colocarse el paracaídas y esperar a ver el firmamento, como le había dicho Natasha, sabía que podría ser ese día o no, por lo tanto se iba a lanzar al aire cuando fueran las diez, porque a Rusia faltarían tres horas más. El reloj lentamente dejaba pasar las horas, la espera era angustiosa, cuando marcó las 21.30, se escurrió sigilosamente detrás de su asiento, por ser el último tenía espacio suficiente para poder cambiarse.
Se quitó el saco y comenzó a ajustarse el paracaídas, luego puso en un bolsillo el dinero, en otro la brújula y el revolver en la mano izquierda, porque quería tener la derecha libre para poder sujetarse de los posibles vaivenes del vuelo, contempló por unos minutos la pareja, parecían dormidos, tenía que pasar a su lado, hubiera deseado ser invisible, pero no lo era, paso a paso se fue acercando, pero cuando ya iba dejándolos atrás, una mano férrea se apoderó de la suya y la voz repulsiva de James entres risas diciéndole: ¿ cómo, la doctora es paracaidista?. Trató de desasirse de ella pegándole con la culata del revolver, la soltó y ella en un salto llegó al lado del piloto y con tono perentorio le ordenó abrir la puerta, pero también la reacción de James fue tan rápida como la suya, le disparó, ella instintivamente se agachó, la bala dio contra el acero de la cabina, rebotó y se alojó en la cabeza del piloto. Desde ese momento todo allí fue un caos, quizás ella debía ocupar el sitio de él y tratar de aterrizar, pero con eso que conseguía, volver a quedar en poder de ellos, abrió la puerta y se lanzó al vacío.
A medida que iba cayendo, sintió que Alexis le disparaba, tratando de alcanzarla con alguna de sus balas, pero con la práctica hecha con su equipo, se impulsaba a un lado u otro, luego abrió el paracaídas y en su descenso pudo ver en el negro firmamento, lo que le había dicho Natasha, colores que surgían detrás de él, un violeta, un azul oscuro, un rosa, una bellísima amalgama de colores.
Estaba en Noruega.
EPÍLOGO
La caída del avión, provocó un voraz incendio, al lugar acudieron brigadas de bomberos y policías. Ella fue llevada a Oslo, la capital. Allí fue interrogada por medio de un intérprete, ella manifestó que los que iban en el avión iban a Rusia, pero que ella bajaría tratando de hacer una demostración con su paracaídas y sus luces, pero en el momento en que ella se aprontaba a saltar, algo le sucedió al piloto y fue casi despedida de él en el cabeceo súbito que hizo el avión, si ella hubiera sabido lo que iba a suceder, se hubiera hecho cargo de la dirección, pero le fue imposible. Mostró todos sus documentos, la licencia de piloto, así como también los que la acreditaban como miembro del equipo “LUCES DEL SOL”, Los cuales estarían ya sacando permiso en la embajada para hacer sus demostraciones aéreas allí. Fue a instancias de la doctora Natasha Crucaver los que los llevó a tratar de hacer en ese país su acto, poco usual pero que en sí es maravilloso.
Y lo fue, en las últimas noches sin sol ellos fueron los que le dieron luces múltiples de luciérnagas al cielo de Noruega.
FIN
AUTORA. GLADYS MURISSICH
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