Volvió a arreglarse el cabello por undécima vez.
El espejo le devolvía un rostro radiante.
Era su primera cita, había surgido sin querer,
por una comunicación telefónica, pero aquella voz tan profunda
llena de ricos matices la habían colmado de dulces ilusiones
que hacían vibrar hasta sus últimas fibras. Cómo sería?
Mejor no hacerse ilusiones por las dudas.
Con una última mirada al espejo tomó su cartera y salió al encuentro.
Sería en la plaza principal, llegó debido a su ansiedad demasiado temprano,
comenzó a mirar a los jóvenes que atravesaban la plaza de un lado a otro,
preguntándose cuál sería pero pasaba el tiempo y nadie se acercaba.
Habían quedado en que se reconocerían por llevar ella una blusa blanca
y él un traje azul y un diario en la mano.
Más pasó y pasó la hora fijada y decepcionada volvió a su casa.
Lo que nunca supo fue que él había ido vestido
de distinta forma a lo dicho, que la había observado con mucha atención
pero la reconoció como amiga de su hija y no deseando meterse en problemas
pasó de largo dejándole a ella el sabor a burla de su primer cita.
Gladys Murissich
editor
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