La Autora


Yo no estudie literatura.

Cuando quisehacerlo,encontré que mis

versos tenían que tener métrica, métricaque no dejaban

expresar mis sentimientos, apresándolos en ella, así que

escribí sintiéndome como un ave, volando con las alas leves,

sutiles, con fulgores áureos hacia un mundo arcano plegando

el vuelo en el espacio azul e infinito.

miércoles, 7 de marzo de 2012

EL JARDÍN


Catalina se levantaba temprano para gozar de su jardín. Estaba tan bello en ésa época del año, Parecía como si todas las flores hubieran hecho explosión de colores, había hibiscos amarillos rojos, rosados y las enredaderas que cubrían el muro, dejaban caer sus flores de distintos colores, pálidos en algunas y fuerte en otras que colgaban lánguidamente en un formato de ramo de novia. Ni que decir de las hortensias que majestuosas eran la admiración de todos los que entraban al jardín por la cantidad de flores que ostentaban que semejaban un cuadro. Catalina había hecho construir una pérgola desde la cual dominaba bajo su sombra, todos esos matices que la alegraban y la hacían sentir que valía la pena vivir para disfrutar de la naturaleza.

Pero, había algo que la hacía ir con más gusto, alrededor de tres meses atrás se había vendido una casa al lado de la suya, con un ventanal que daba a su jardín, y uno de sus dueños o dueñas, todas las mañanas dejaban oir el fascinante sonido del violín.

La tenía intrigada quien sería el que tocaba con la maestría de un concertista, obras difíciles como las de Paganini, Riski korsacof, y tantos otros, pero esa mañana se llevó una sorpresa, parecía que la estaban esperando para comenzar el concierto y lo hicieron nada menos que con” Las Zardas de Monti “sentir eso la hizo emocionar hasta las lágrimas, evocando cuando su hermano Silvio a pedido de ella se la reiteraba una y otra vez, cuando la cuerda del violín dio su último acorde, comenzó a aplaudir y a gritar bravo, bravo, fue allí en ese momento que vio una figura en el ventanal, era la de un hombre, quien inclinando la cabeza en un gesto de gracias se las daba.

Sin amedrentarse ni un poco ella le gritó “otra, otra, el hombre entonces le dirigió la palabra _ ¿Tanto le gusta la música? A lo que ella le respondió._No sabría lo que es la .vida sin ella., ¿Por qué no baja a tocar en este hermoso escenario que es mi jardín?

_ Me encantaría, pero no puedo.

¿Porqué no?

_Porque estoy en silla de ruedas.

_Pero eso no es motivo, cantantes ciegos cantan en público y tenemos a Beethoven que aún siendo sordo componía magistrales partituras usted no debe dejar a un público que lo aplaudiría a rabiar si lo sintiera como lo siento yo.

_ ¿Usted es crítica de arte?

_ No, pero como si lo fuera, desde temprana edad, siempre la música estuvo alrededor mío

_ Me permito creer sin duda alguna que usted toca algún instrumento.

_Sí, el piano, aunque ciertamente no como usted el violín, porque cuando ya me perfilaba como una buena concertista, se casó mi hermana que era mi profesora y fue como si me cortaran las manos, pues le fue dado a ella.

_No debió pasar eso.

_ Ciertamente que no, mi madre estuvo mal allí, el piano fue comprado para las dos, y cuando se casó, pudo haber comprado otro, pero no, y al paso de los años compré un órgano que aunque no tenga la cantidad de teclas de un piano, tiene partituras arregladas de Chopin, y otros famosos compositores con los cuales me hago la ilusión, que toco la verdadera obra de los inmortales de siempre.

La conversación no tenía vista de parar, el hombre acodado al barandal del balcón hablaba con placer con aquella joven, hasta que ella le dijo: ¿Porqué no lo voy a buscar y charlamos los dos juntos aquí, pero traiga su violín.

No, hoy no, pero mañana pediré que me bajen y tendré el placer no sólo de conversar con alguien a quien le gusta tanto la música sino que también le haré oir las piezas que yo toco.

La alegría se notaba tanto en el rostro de Catalina, que su interlocutor comenzó a reírse. Y le dijo: Hace tiempo que la risa no salía de mi boca y hoy usted una jovencita ha hecho que brotara como por encanto. Esté segura que mañana me tiene en su hermoso jardín, y dándole un adiós con la mano se introdujo adentro de su casa.

Catalina hizo lo mismo pero con una sonrisa plañidera en su rostro que denotaba la satisfacción que le había dado esa charla con ese desconocido, pero también vecino..

CAPÍTULO DOS

No sabía si iba a entrar por el frente o por el fondo, meditó un momento y pensó que debía aconsejarlo que era mucho mejor por la de atrás, pues el jardín tenía un portón por el cual entraría más fácilmente la silla de ruedas, y en cambio por el frente había escaleras. Entonces comenzó a batir sus palmas, hasta que apareció el vecino diciéndole “parece que está muy deseosa que llegue”. No, no es eso, quería decirle que si tiene puerta trasera en su casa, llegaría más fácilmente al portón que tengo en la parte posterior del jardín.

_ Tiene usted razón, ignoraba la presencia del portón, gracias por la advertencia, iré por allí.

Por fin llegó el deseado momento, Catalina pegada al portón esperaba la aparición de la silla de ruedas para ayudarlo a entrar.

Cuando estuvo a la vista, lo abrió de par en par y la silla entró fácilmente.

Entonces frente a frente se presentaron: Mi nombre es Víctor Vallarino dijo y extendiendo su manos tomó entre las suyas las de ella, que esta vez tímidamente dijo

_Catalina Oliver.

Pensó en llevarle la silla pero el se adelantó pidiéndole que lo guiara hacia la pérgola donde le gustaba tanto estar.

Una vez allí, descolgó el estuche del violín que había sido asegurado a uno de los brazos de la silla, diciéndole: no voy a tocar ahora, prefiero que al conocernos hace tan poco hablemos de nosotros mismos.

_Bien dijo Catalina, no crea que es una curiosidad malsana, que le sucedió, ¿tuvo usted parálisis infantil o alguna otra cosa?

_Sí dijo él, fue otra cosa, un terrible accidente en el cual perdieron la vida mis padres y yo quede apretado con el cinturón que me ajustaba demasiado no permitiéndome mover. Hasta que fui sacado por los bomberos.

_ ¡Que horrible!, lamento habérselo preguntado, ¿hace mucho tiempo?

_Sí, dijo él, lamentablemente ya hace cinco años, pero para mí fue ayer.

_ ¿No hubo ningún tratamiento para que recuperara la movilidad de sus piernas ¿

_ Los médicos dicen que en cualquier momento, cuando mi mente quede libre del stress que me quedó debido a tan terrible circunstancia podré hacerlo.

¿Y no lo ha intentado?

_ Muchas veces, pero ha sido inútil, creo que nunca me izaré de esta silla.

_Bueno, por el momento es mejor no hablar de ello, pero quizás llegue el día que sin darse cuenta, se levante de ella por alguna causa determinada.

_Bien dijo Víctor, ya hemos hablado mucho de mí, ¿Qué me cuenta de usted?

CAPÍTULO TRES

Era tanto lo que tenía para contar Catalina, que tuvo miedo de contárselo de golpe, comenzaré por mi infancia dijo: nací en un hogar completamente feliz, donde padres, hermanos, me dispensaban toda clase de cariños por ser la menor, y eran locos por la música y la literatura, fue así, que teniendo un hermano que tocaba el violín como usted, lo cansaba pidiéndole las Zardas de Monti, no sé si por haber sido mi abuelo austriaco país que linda con Hungría, de donde son oriundos los gitanos, me han hecho amar el violín gitano, cuando siento algo que procede como de ellos, parece que se encendiera mi sangre y hasta ganas de bailar sus danzas.

No es extraño, a mí me sucede lo mismo, es que la música de ellos es distinta a la de nuestros grandes compositores.

_ ¿En que la siente distinta?

_Transmiten dolor, dolor quizás de ser distintos a los otros o dolor propio de cada uno, pero en sus composiciones saltan de la pena a la alegría espontánea., como en la que usted acaba de nombrar.

_ ¿Sabe usted que mi hermano que se llamaba Silvio no sólo tocaba el violín sino el piano también pero de oído.

_ Es algo notable.

_ Mi hermana tocaba en el piano algo difícil como ser un concierto de Chopin, el le pedía el lugar en el piano y lo tocaba que nadie podía notar la diferencia, con decirle que llegó a tocar con orquesta, le daban el tono y él arrancaba.

_ Con razón, le gusta tanto a usted la música.

_A la verdad ella llega hasta los sentimientos más recónditos de mi alma y me da la felicidad que hoy no tengo.

_ ¿Puedo preguntar porqué?

_Sí, como no, de todo aquello sólo me han quedado los recuerdos, la música y mis poesías.

_ ¿Así que también escribe?

_ Como no hacerlo si tuve una escuela en la que aprendí, desde que pude entender lo que veía y oía., que a pesar de ser tan pequeña lo comprendía.

_Fué una etapa maravillosa para usted.

_ Lo fue, pero ya he hablado mucho de mí, ¿Por qué no me habla de la suya?

_ En realidad tiene algo de parecido a la suya, eso sí, no tuve la suerte que tuvo usted de tener una familia tan numerosa, fui hijo único, pero mis padres eran concertistas, ella tocaba el piano y él el violín

_ ¿Llegaron a tocar en teatros?

_Sí, en muchos, justamente iban a dar un recital en el teatro de Sydney, en Australia, cuando ocurrió el accidente.

_! OH! Cuantas angustias debe haber pasado usted, perderlos a ellos y en tierra extraña

_ Sí, muchas, por suerte tenía una tía que me quería como a un hijo, me fue a buscar y es ella la que cuida de mí.

_Me encantaría conocerla, pues si es ella la que se deleita con sus conciertos de violín. Debe ser como usted,

_Téngalo por seguro, mi tía Ana es la mujer más buena de este mundo, fue ella la que buscó hasta el cansancio una casa en la que pudiera recrearme la vista, para que pudiera sentirme más a gusto para tocar mi violín

_ Creo que me a agradará conocerla.

_Ya lo hará, ya lo hará.

Después de aquella conversación, que se puede decir puso al desnudo el alma de los dos, el desenfundó el violín y sabiendo lo que a ella le gustaba tanto tocó Las Zardas de Monti, y a esa siguieron muchas más con gran deleite de Catalina

El verano, fue perdiendo sus colores y el calor del sol para perderse poco a poco en la tibieza casi fría del otoño.

La pérgola ya iba dejando de ser acogedora debido al cambio del tiempo, entonces Catalina le sugirió a Víctor de que debido al frío que ya se estaba anunciando, para él no sería conveniente, entrar por la puerta trasera del jardín y que tampoco lo sería la del frente por los escalones, sino sería mejor que ella fuera a la hora del té a conocer a la tía Ana, y seguir con las conversaciones que tanto bien les hacía a los dos.

Por supuesto, dijo él, mi tía me rezonga por no habérsela presentado todavía, cambio de tiempo, cambio de casa, la espero en la mía mañana a la hora del té como dice usted.

_Dígale a su tía que yo llevaré los bizcochitos para el té.

A partir de ese momento comenzaba otra etapa en aquellos dos seres, unidos por la música y la poesía.

CAPÍTULO CUATRO.

A la tarde siguiente ya estaba Catalina con un paquete de bizcochos hechos por ella.

tocando el timbre de la casa. Le abrió una señora que tenía un aspecto tan afable que parecía que la conocía desde hacía mucho tiempo.así se lo hizo saber mientras ella la introducía en la casa. _ ¿Será porque Víctor me ha hablado tanto de usted? o porque se parece al rostro de mi abuela, a quien sólo conocí por foto.

La señora muy gentil, sonrió y le contestó que su sobrino le hablaba tanto de ella que era como si ya fueran viejas amigas.

_Y creo que lo seremos, ya lo verá usted.

La tía Ana, la hizo pasar por un living enorme y luego a una habitación donde imperaban los libros en grandes bibliotecas que iban de pared a pared.

_Um, parece que en esta casa se lee mucho, dijo Catalina.

_Sí, los padres de Víctor decían que una casa sin libros era como una casa vacía, ambos leían mucho, sobre todo después de una gira de conciertos.

_ ¿Y dónde está el gran violinista

_ Esperándola frente al ventanal que dá a su casa, venga por acá.

Catalina la siguió, aquella casa era enorme, mucho más grande que la de ella, pero pensó que en la situación de Víctor, hubiera sido más alegre una casa pequeña llena de cosas alegres a su alrededor para que él se sintiera menos solo

Llegaron al fin a la habitación donde la estaba esperando él, el ventanal era grande y hermoso, y también balcón a la vez. Y la vista de su jardín era todo un espectáculo.

_Busqué y busqué una casa en la que hubiera un jardín tan hermoso como el suyo, lo encontré en la casa de al lado o sea la suya y lo iba a disfrutar realmente como si fuera propio, dijo la tía y ya ve, lo ha disfrutado durante todo el verano gracias a usted.

_ ¿Pero usted también podría haber ido?

_ Sí, segura estoy que me habría recibido con agrado, pero los veía tan felices, riendo, y usted tan embelesada escuchándolo a él tocar su violín, que también yo lo disfrutaba.

¡Hey! Y a mí no me dejan hablar, se han olvidado de mí, exclamó Víctor.

_Tienen razón dijeron las dos al mismo tiempo, riéndose a más no poder.

Víctor decía eso. Pero su cara parecía que resplandecía de gozo.

_ Bueno, dijo Ana, voy a preparar el té y a ver que trajo esta jovencita para acompañarlo. Salió y los jóvenes quedaron solos.

Catalina se acercó al balcón y vió realmente lo hermoso que se veía su jardín.

_Me alegra que tenga usted esta vista y que también pueda disfrutarlo todas las veces que usted quiera cuando el tiempo lo permita.

_No sólo el jardín he disfrutado, también su compañía ha sido para mí algo incomparable

¿Realmente?

_Sí. lo digo con sinceridad, he encontrado en usted una persona que deja aflorar sus sentimientos libremente, no hay ni una pizca de simulación, que hoy en día se encuentra en la mayoría de la gente., Creame, la admiro.

_Me ha hecho usted ruborizar..

_Ve, otra cosa que las chicas de ahora no hacen, ruborizarse, la inocencia pura de años atrás creo que se encuentre solamente en usted.

_Quizás la educación que me dieron mis padres, nunca mis hermanos dijeron palabras obscenas, me hablaron siempre del valor que tenía el ser uno mismo en cualquier situación y muchas veces me siento extraña en reuniones donde la gente habla en un idioma que no parece el nuestro

_ A eso me refería, usted es distinta a todas las jóvenes que he conocido.

Catalina ya se sentía un poco molesta porque se sentía como admirada o adulada, pero en ese momento entró la tía Ana con el servicio del té

CAPÍTULO CINCO

Comenzó el invierno, pero allí, en la casa de Víctor no se notaba., gruesos leños ardían constantemente en el hogar de la estufa, las conversaciones agradables, la música, no sólo de él, Catalina llevó su órgano y tocó algunas composiciones de Chopin, Rajmaninof, que estaban arregladas para ser ejecutadas en dicho instrumento.

Víctor la escuchó con mucha atención, y le dijo: seguro estoy que si usted, hubiera seguido con el piano, hubiera llegado a ser una gran concertista pues en estas piezas que tocó, se siente el alma de quien las toca ¿Sabe usted que esas mismas palabras me las dijo un gran concertista de fama mundial amigo de mi hermano, que sintiéndome tocar “ El claro de luna “ de Beethoven entró en la sala de casa para decirme que se había quedado para decirme que nunca dejara el piano, porque no tocaba con los dedos, sino con el alma, la pena que no pudo ser..

_Pero lo esencial que la lleva dentro de usted.

OH! Eso sí, en otro momento le leeré el poema que le dediqué.

Ciertamente, tendrá que dejarme oir algunos de sus poemas,

La tía Ana llegaba en ese momento con el ritual del té de todas las tardes, y un poco nerviosa les dijo que les quería pedir una cosa, si ellos no tenían inconvenientes.

_Pero tía, dinos lo que deseas.

Tú recordarás Víctor que cuando vivíamos en la otra casa, yo iba un día en la semana a la casa de una de mis amigas del barrio, donde nos reuníamos unas cuantas a jugar por centavos, pero nos distraíamos mucho. Hoy me ha llamado una de ellas invitándome a reunirme nuevamente, había dejado de hacerlo, porque esta casa queda lejos del barrio anterior y tampoco quería dejarte solo, pero como ahora veo que Catalina le agrada tanto venir, no sé si ella podría quedarse los sábados hasta la medianoche y yo luego la acompaño a su casa.

_Con todo gusto lo haré, usted se merece una distracción, puesto que no nos dábamos cuenta que hablábamos de todos nuestros gustos de música y la teníamos como mera espectadora., sin saber si realmente disfrutaba, con nosotros.

_OH, sí disfrutaba y disfruto todo lo que hacen ustedes, pero cuando una mujer llega a la edad mía necesita de la conversación de personas de la misma edad.

_Bueno, no hay más que hablar, a pesar de que Víctor no ha dicho nada estoy segura de que debe ser del mismo parecer.

Ya lo creo, hemos sido un poco injustos contigo tía, pero desde este sábado, te tomas un taxi y vuelves en otro, llena tu bolsa de centavos.

_ No importa la cantidad es la distracción de volver a charlar con viejas amigas.

Y a partir del sábado siguiente, la tía Ana marchaba muy contenta a sus reuniones.

Catalina organizaba la cena, como a ellos dos les gustaba y luego seguían con sus charlas músicas y poesías

QUINTO CAPÍTULO

Así, pasaron unos cuantos sábados, estaba Catalina leyéndole, para amenizar unas cuantas anécdotas reidoras, cuando sintieron que llamaban en la puerta de atrás.

¿Quién podrá ser a estas horas, y deben ser de mi casa, puede haberle pasado algo a la señora que está conmigo, aunque es raro, ella tiene el teléfono de aquí.

No sabiendo que hacer, preguntó quien era y que deseaba, del otro lado una voz varonil, le dijo que la señora la había mandado buscar por él porque se sentía mal.

_Sí, pero ¿usted quien es?

_Alguien que pasaba y sentí los gritos de socorro que daba, me pidió que para ser más rápido viniera por el portón de atrás.

Al sentir esa explicación que podría ser verdadera, Catalina se aventuró a sacar el cerrojo con que estaba asegurada la puerta, apenas lo hubo hecho, una mano le propinó un puñetazo a mansalva, arrojándola al suelo, pensó en seguida en lo que podría hacerle a Víctor y se levantó decidida a hacerle frente al desconocido que llevaba un capuchón negro para ocultar su cara, de un tirón se lo arrancó, y mostró un rostro depravado y violento, pero el volvió a agredirla tirándola contra una mesa, ella cayó y su cabeza dio contra la mesa y desde ese momento todo fue negro para ella.

SEXTO CAPÍTULO

Al despertarse, se dio cuenta que estaba en la cama de un hospital, ¿que habría pasado?¿Qué le habrían hecho a Víctor?, fue tanta la angustia que sintió pensando que al estar invalido, como podría haberse salvado de ese terrible rufián.

De pronto una voz querida le preguntó ¿Te sientes mejor?

Miró y no pudo dar crédito a sus ojos, allí estaba Víctor de pié a su lado.¡Como pudo suceder ese milagro?

El la miró largamente y le contestó suavemente, cuando ví todo el esfuerzo que hacías para que no me dañaran me levanté y sin darme cuenta le ajusté a ese sinvergüenza las cuentas, te ví en peligro y mis piernas me respondieron, era lo que me había dicho el médico hace años, en cualquier momento, el stress que me ataba las piernas desapareció cuando te ví en peligro.

Me alegra el haber sido como una musa inspiradora, para tu enfermedad.

_No solo para mi enfermedad sino para mi vida Quiero pedirte que te quedes en ella para siempre.

OH! Víctor, se puede decir que desde te conocí te amé.

_ Yo no quería pedirte nada porque no querías que quedaras atada a mi silla de ruedas.

_ Y ¿tu crees que eso me hubiera importado, te amo a ti por ti mismo, no hay cadenas ni sillas de ruedas para dos almas como la nuestras, pensar que nos unió mi jardín y tu violín

_ Y alguien más.

_ ¿Quien?

Las salidas de los sábados de la tía Ana, porque el ladrón estuvo vigilando la casa y pensó que habiendo un invalido y una joven le sería muy fácil robar, pero no pensó que por fin le iba a dar a ese invalido la oportunidad de dejar esa silla para siempre.

Entonces estoy contenta de estar en el hospital, pues queriendo defenderme te levantaste.

Y así esta historia tuvo un final feliz, Catalina impulsó a Víctor a seguir con sus recitales de violín, han paseado a causa de ello por toda Europa, pero lo que los hace verdaderamente felices es cuando vuelven ,estar debajo de la pérgola rodeados de aromas y colores.

Gladys Murissich

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Contactanos

Nombre: E-MailPetalos : MensajePetalos: